Debates electorales e ‘infopocalipsis’.
Fernando Vallespín, 16 julio 2023
…/…No puede afirmarse que haya desaparecido la deliberación racional, pero
tampoco están ausentes importantes amenazas a nuestra capacidad para
entendernos, aquello de lo que tomamos conciencia a partir de los debates en
los que Trump apareció como uno de los interlocutores. Un buen ejemplo de lo
primero fue el
reciente debate entre los portavoces parlamentarios de los diferentes partidos; lo segundo
estuvo ya más presente, salvando todas las distancias, en el de Feijóo y
Sánchez. No porque uno presuntamente hiciera trampas y el otro no —ninguno fue
sometido a un fact-check en tiempo real—, sino porque el
objetivo desde el principio, por parte de ambos, era apabullar al contrario,
arrinconarlo con armas destinadas a mostrar su superioridad expresiva y de
talante, no la de sus argumentos respectivos.
El resultado lo conocemos todos, lo que quizá se ignore es toda la
sofisticación que acompaña a la preparación de algo así. La comunicación
política es hoy un inmenso laboratorio cada vez más en manos de psicólogos
cognitivos y del comportamiento, y expertos en gestión de las
emociones y de la imagen. Los politólogos somos comparsas. Lo
que importa es el cómo se dicen las cosas, no el qué se dice. Las ideas
requieren tiempo para ser digeridas, las sensaciones son inmediatas.
Por eso el discurso se llena de eso que Homero calificaría como “aladas
palabras”, aquellas cuya función reside sobre todo en tener una repercusión
sobre el oyente; lo que importa es su efecto, no su contenido intrínseco. Son
las que vuelan directas al interior del estómago o el corazón del espectador.
Palabras e imágenes.
No se hace porque sí. Es bien sabido que en nuestra cultura mediática
la atención es directamente proporcional a la intensidad de la desavenencia.
Solo el disenso produce espectáculo. Por eso tienen tanta presencia
en nuestro espacio público las hipérboles populistas, porque se emiten sobre un
terreno ya abonado para acogerlas. Aunque en el proceso desaparezca la
información precisa y confiable. El bombardeo de visiones antagónicas o
discordantes sobre lo que sea verdadero acaba degenerando en la aceptación de
aquella visión que encaja con lo que se siente que es real o es emitida por los
nuestros. A la disputa ideológica la ha sucedido así la disputa por construir
realidad. Lo que hay que plantearse es si tiene sentido discutir en
ausencia de un mínimo de realidad compartida. O el efecto que esto
tiene para la confianza en la política: si todos
acusan al otro de mentir, ¿en quién podemos confiar? No deja
de ser curioso que en esta infocracia en la que vivimos, donde
todo es información, datos, conocimiento, tecnología, al final haya tanta
discrepancia sobre la verdadera naturaleza de lo que acontece.
https://elpais.com/opinion/2023-07-16/debates-electorales-e-infopocalipsis.html
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