Fascismos. Apuntes sobre Catalano fascismo
La
idea simplificadora y extendida por la III Internacional, de que el fascismo es
un instrumento del capital, no explicaba el por qué movilizaron tantos millones
de personas, obreros y campesinos; introducir la dicotomía de derechas e
izquierdas, capitalistas y obreros, impide comprender el fenómeno. Los
capitales se mueven velozmente por el mundo globalizado, saltando de un país a
otro, de una empresa a otra, apoyando o destrozando cualquier ideología,
gobierno, institución, partido, etc. que en ese momento no les sea de utilidad,
la cuestión es que el capital, mejor los capitales ya que son diversos y luchan
entre sí, por tanto, definir algo en función de ser instrumento del capital,
como si al otro lado estuviera la internacional obrera oponiéndoles un objetivo
concreto, resulta poco útil. Las democracias combatieron al fascismo en la II
Guerra Mundial, los neofascismos, postfascismos, europeos combaten las
democracias actuales, unos capitales apoyaban el bando aliado de las
democracias en la II Guerra, y otros capitales apoyaban al Eje.
Hoy
unos capitales apoyan la Unión Europea mientras otros capitales apuestan por
derribarla, y apoyan a los neofascistas; en Francia, cuando Agrupación Nacional
entró en graves dificultades que hacían peligrar su continuidad, el partido de Le Pen en
2014 fue apoyado por Putin, recibió millones de dólares del
capital ruso; Steve
Bannon, factótum de la campaña ultraderechista de Trump se instala en Roma o
Bruselas, para prestar apoyo a los neofascismos europeos.
Los
apoyos del capital promueven movimientos de masas aglutinadores de clases
medias y sectores de clase obrera destrozados por las crisis, la
transversalidad de muchos movimientos hoy recoge a los perdedores de la
globalización, a los indignados, xenófobos, racistas, machistas, a todo aquel
que tenga cuentas pendientes con el mundo. En Francia, por ejemplo, cientos de
miles de votos a Le Pen salen de los feudos que fueron del Partido Comunista
Francés, en Italia a Salvini le siguen cientos de miles de desheredados y
parados, en EE. UU. el capital, los ricos, las élites, apoyan tanto a
republicanos como a demócratas, pero entre los votantes de Trump, los que le
hicieron ganar, fueron millones los obreros industriales precariados,
xenófobos, machistas, despedidos de industrias en crisis… No, no todos sus
apoyos proceden de esos sectores, pero sí gran parte de estos. Y sí, en sus
filas también hay señoritos, hijos de papá.
Convendría
explicar, a priori, aquellos aspectos que configuran el concepto fascista, para
comprobar después lo que se asemeja cada movimiento social a ese cuadro
definido, recordando que los fascismos siempre encendieron las conciencias
hablando de hacer revoluciones, de crear un mundo nuevo, de conquistar futuros
maravillosos, de arrancar la independencia que les quitaron sus opresores, de recuperar
pasados imperiales, sus discursos están llenos de héroes y mártires, de lucha y
esfuerzo, de glorias pasadas y auroras claras en el futuro. Al principio, algunas de las cosas que decían no parecían
peligrosas, al contrario, para mucha gente eran revolucionarias, luchaban
contra la democracia liberal y por la construcción de una revolución social
distinta al socialismo/comunismo, lo que decían irradiaba aventura, emoción de
lucha, enaltecía la acción contra la aceptación adormilada de la situación en
busca del individuo nuevo. En todo caso nadie analizaba entonces a fondo
discursos y eslóganes, en aquellos momentos faltaba un estudio a posteriori de
sus resultados, faltaba saber qué harían realmente.
Los fascistas eran de extracción social diversa, y no fueron desde su nacimiento los asesinos de las cámaras de gas, eran gente normal, como otros muchos individuos de su época, con un componente fuertemente nacionalista. Fascistas salieron de entre los estudiantes, la juventud siempre fue uno de sus caladeros importantes, por su ilusión desmedida y sus fuerzas de cambio, también había comerciantes, pequeños propietarios, campesinos, trabajadores agrarios, empleados públicos, policías, parados, desmilitarizados… Es absurdo pensar que los fascismos se nutren de los hijos de los adinerados, sin duda estarán algunos, pero, aunque solo fuera por su escasa importancia numérica global en esas sociedades, habría que determinar que un movimiento de masas se nutrirá en general de mayorías que solo pueden proceder de clases medias, trabajadores y sus hijos.
Sternhell,
en el libro citado ‘El nacimiento de la
ideología fascista’, muestra casos en Francia, Bélgica, Italia, en los
primeros años del siglo XX de trasvase de grandes teóricos y líderes
revolucionarios de izquierdas hacia el fascismo, -ejemplos Gustave Hervé, Henri
de Man-. Cabecillas con amplia trayectoria de luchas y compromiso
revolucionario, tras larga etapa de revisión crítica del marxismo arrastrarán a
multitud de militantes que producirán la fusión principal del sindicalismo
revolucionario con la idea movilizadora de la Patria… La tesis aleja la idea
simplista de igualar fascismo a extrema derecha, pretende responder por qué
hubo grandes apoyos intelectuales –mostrados antes del final de la guerra- y la
enorme capacidad movilizadora que tuvieron los fascismos, soportados en una
ideología tan amplia y elaborada como otras. Su tesis argumenta que el fascismo
representa una revolución política que enlaza con las ideas que luchan en el
terreno cultural europeo de fin del XIX y comienzo del XX, intelectuales de
diverso tipo, escritores, filósofos, músicos, poetas, historiadores,
sociólogos, economistas, religiosos, futuristas,
vorticistas, Sorelistas… luchan contra la ilustración y el marxismo, contra
la democracia parlamentaria liberal, contra el dinero, no contra la propiedad,
luchan contra la banca, están contra la lucha de clases que enfrenta obreros y
patronos que ellos pretenden unir con intereses comunes en la nación, luchan en
definitiva contra el status quo
existente. Buscan una revolución que
ensalza la juventud y la violencia para cambiar las cosas, con diferente salida
a la comunista.
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