La Iglesia y la religión en España, ya no son lo que eran
‘No es exagerado afirmar que en España la religión no ha sido tradicionalmente una opción personal, que se elige y se vive tranquilamente. Mas bien ha sido siempre una imposición que llega a nosotros desde múltiples estructuras del Estado y que se empeña en dirigir la sociedad. C’ de España, página 141
No es exagerado afirmar
que, ni en España ni en parte alguna, se vivió históricamente la religión como
opción personal, tranquilamente. Tampoco en América del Sur, o del
Norte, en Asia o África, o en Oceanía, se vive la religión tranquilamente, las
variaciones de interpretación de creencias, de la vida y la muerte, entre las
tribus, sectas y religiones de todo tipo, producen enfrentamientos sociales, y
en todas partes las iglesias pretenden imponer a toda la sociedad sus criterios
de vida, en todas partes tratan de condicionar las leyes y gobiernos, cuando no
decretarlas directamente. La religión musulmana es la expresión más poderosa de
infiltración religiosa en los poderes políticos que se manifiestan socialmente.
El mundo ideal de la vivencia de una religión, en lo personal, que no
interactúa con el mundo civil, no existió en parte alguna hasta hace pocos
años, y ello en distintos grados y momentos y no en muchos lugares. La idea del
párrafo de ‘C de España’ parece sugerir la existencia de la religión vivida
tranquilamente de forma aséptica, sin intromisiones en la vida civil de los
estados, como algo general y globalmente instalado en los países del mundo,
quebrando esa libertad ideal en España, lo cual está muy alejado de la
realidad.
Que la Iglesia tiene poder, está claro, que tiene influencia, también, que forma parte de los poderes establecidos es una realidad mundial. Pero esa realidad no puede quedar reducida a esa generalización. La situación de la Iglesia en España, de su poder e influencia social, política y económica, es diversa y contradictoria. Los casos u opiniones que cita el libro ‘C’ de España’ de tal o cual obispo sobre sexualidad y/o matrimonio, aborto, etc., las peinetas de miembros del poder político y asistencia a procesiones, las medallas a la virgen, son hoy más pantallas de dotaciones económicas que otra cosa, todo ello es residual respecto a reflejar el poder de la iglesia católica en España, comparándolo con el franquismo, por ejemplo. Que tiene más poder del que nos gustaría, es cierto, su fiscalidad, su incautación de propiedades colectivas, denota poder, más del que sería deseable, pero al mismo tiempo tiene mucho menos influencia social que antaño.
El hecho innegable es la gran diferencia entre su poder social durante el franquismo y el menor peso actual que tiene en la conformación de opiniones y/o estilos de vida de los españoles como así mismo el poco peso en los procesos de selección de ofertas políticas y líderes políticos. Durante la II República, la Iglesia española fue importante protagonista en su derrota, al igual que lo fue en la configuración de la argamasa del bando ganador durante la guerra y posterior franquismo. Definir la contienda como una Cruzada, papel que tuvieron los obispos catalanes, fue de gran importancia para limitar las ayudas a la República. La alimentación ideológica como si se tratara de una guerra de religión, realizada por la iglesia en el bando ganador entre requetés y carlistas, entre ultra católicos y fuerzas derechistas, fue vital para los ejércitos vencedores. Como lo fue su papel dirigente en la postguerra.
En aquel momento fue parte importante
del bloque de los ganadores siendo uno de los cementos de la dictadura, hasta
que el tiempo y el Concilio Vaticano II, a mediados de los sesenta, abrió una
considerable brecha en sus filas. Durante el franquismo, en los años sesenta la
Iglesia puede aguantar otra mirada que muestre su diversidad. Tomo de mi
ponencia ‘Militancia revolucionaria. La izquierda de la izquierda. Éramos
muy pocos. A vueltas con las cifras 1965-1982’. Congreso ‘Las otras
protagonistas de la Transición. 2017.
‘’la contribución de grupos cristianos en las luchas obreras fue
numerosa, e importantísima en los años ’50 y ‘60, su participación fue clave en
grandes huelgas, determinante en Asturias, Euskadi, Cataluña y Madrid, en la
creación de las primeras CCOO, y en el desarrollo y organización de luchas
sindicales y vecinales; a finales de los ’60 y ’70 muchos cristianos se
mezclaron con el marxismo y formaron parte de la militancia comunista y de la
izquierda radical en sus mismas agrupaciones, o reconvirtiendo directamente las
suyas propias, caso de AST-ORT, 1970[1]. Otros muchos siguieron peleando solo desde su
condición cristiana.
El PCE destaca en 1965 en ‘Nuestra
Bandera’[2]:
‘’su ‘importante actividad, extensa e intensa, entre las que HOAC y JOC no son las únicas actividades bajo el apelativo cristiano, Los otros grupos católicos, éstos ya de tipo clandestino –Solidaridad de Obreros Vascos (SOV) y Unión Sindical Obrera (USO) en Euzkadi, Sindicatos Cristianos en Cataluña y Federación Sindical de Trabajadores (FST) en Madrid– difieren ya bastante de hoacistas y jocistas, aunque a veces estén nutridos por militantes de ambos orígenes. En realidad, se trata de grupos abiertamente políticos, no ligados a ninguna labor de apostolado, portadores de una u otra línea política al movimiento obrero’’.
Algunos grupos de la izquierda radical
antifranquista nacen de organizaciones cristianas, activistas cristianos luchan
al lado de los comunistas, clérigos y edificios de iglesias y monasterios se
ponen al servicio del antifranquismo. Tarancón al paredón, durante los
años ‘70, era habitual consigna en pintadas y manifestaciones derechosas,
producto de la separación de sectores de la jerarquía de la Iglesia del
franquismo.
[1] Hermet, Guy ‘Los católicos en la España franquista’ editorial
CIS+Siglo XXI. Tomos I, 1985 y II, 1986.
Babiano, José, ‘Los católicos en el origen de Comisiones Obreras’. Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, H.'
Contemporánea, t. 8, 1995, págs. 277-293.
Fernández Segura, José, La participación de los
católicos en el movimiento obrero de Barcelona (1946-1978)’. Universidad de
Barcelona. 2005.
[2] ‘Nuestra Bandera. Revista teórica y política
del PCE. Núm. 42-43, marzo-abril 1965, páginas 163-1972 http://www.filosofia.org/hem/dep/pce/nb042163.htm
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