lunes, 5 de mayo de 2014

Futbol. No al racismo.

.../... Muy pocos se libran de sucumbir al instinto tribal, el motor humano sin el cual el deporte como espectáculo y fenómeno social no sería lo que es, ni generaría el dinero necesario para pagar los enormes salarios de gente como Sergio Ramos. El amor al fútbol es secundario. El amor al fútbol incluso puede llegar a ser un impedimento porque, al permitir la posibilidad de apreciar las virtudes del otro, inhibe la fuerza de la demencia tribal. Lo cual, si se impusiera como norma (que no se va a imponer), arriesgaría con reducir el fútbol al nivel de una pasión respetable pero minoritaria como la ópera, o el ballet.
Lo importante es la identificación con el grupo. Eso es lo primero. Después viene todo lo demás. No hablamos solo de fútbol, sino de todo deporte que la gente paga por ver. El mismo principio se aplica al béisbol, al fútbol americano, al baloncesto, a los New York Yankees, los Dallas Cowboys o los Chicago Bulls. Aunque no nos limitemos solo al deporte. Uno se hace de un partido político o de una religión o de una ideología ante todo por la necesidad primaria de asociarnos a una idea que nos permita la posibilidad de dar sentido al misterio de la vida y de formar parte de un colectivo que nos ofrezca un refugio ante el caos de la condición humana. Esto a su vez nos abre la puerta a la grata satisfacción de odiar y demonizar a los que pertenecen a un colectivo rival, sean estos izquierdistas o derechistas, miembros del PP o del PSOE, del partido demócrata o republicano, judíos o musulmanes o cristianos, fans del Liverpool, el Barça o el Madrid. Amparados por la fuerza y los números de nuestro grupo adquirimos la valentía y la estupidez necesarias para decir cualquier barbaridad sobre lo que hace o piensa el otro, para deshumanizarle y, como no infrecuente paso final, para ir a la guerra a matar a miles o millones de personas que se definen por conceptos que son diferentes a los nuestros.…/…
   “Francia olvidó la humildad”. JUAN MORENILLA 23 MAR 2013
Con nueve años, Lilian Thuram (Guadalupe, 1972) viajó a París soñando con ser futbolista. Casi todo se hizo realidad. Jugó en Francia, Italia y en el Barça de Ronaldinho, fue campeón mundial (1998) y europeo (2000) con la selección gala y es el bleu más veces internacional: 142. Ya retirado, aquel lateral derecho de físico portentoso apoyó en política a la socialista Ségolène Royal y ha escrito Mis estrellas negras (editorial Now Books), un canto contra el racismo.
Pregunta. ¿Por qué ese libro?
Respuesta. La mayoría de la gente, cuando habla de la población negra, piensa en la esclavitud. Así es normal que luego tengan una imagen muy negativa de las personas negras. Es inconsciente. El racismo es, ante todo, una manera de pensar condicionada por la historia. Es como decir que los hombres son superiores a las mujeres. El sexismo es igual que el racismo. Una jerarquía según el color de la piel o el género Pero cuando eres negro, como me pasó a mí, la sociedad no te deja soñar con todo. Lo más importante para un niño es tener autoestima, respetarse a sí mismo. Eso es algo que se construye. Imagínese a usted de niño en clase. Todos a su alrededor son negros, todos, también en la sociedad. ¿Cómo se sentiría? La gente no lo piensa porque para ellos es normal. Los niños crecen con prejuicios negativos contra los negros, porque es una cosa inconsciente. Lo que quiero decir es que todos tenemos estrellas de colores diferentes. Podemos cambiar nuestra manera de ver el mundo.
P. ¿De niño sintió ese racismo?
R. Yo nací en Guadalupe. La mayoría tienen el color de mi piel. Llegué a Francia a los nueve años, a París. Siempre digo que a esa edad me convertí en negro, porque uno se hace negro debido a la mirada del otro. Soy negro porque el otro me ve así. De pequeño veía unos dibujos animados en que salían dos vacas, una blanca muy inteligente y una negra muy estúpida. ¿Por qué la negra es estúpida? En el colegio me llamaban como la vaca negra. Yo no lo entendía, estaba muy triste. Le pregunté a mi madre por qué el color de la piel negra era una imagen tan negativa. Me dijo que las cosas eran así y la gente no cambiaba. No fue una respuesta buena. El racismo es cultural, es una concepción política y económica. Pero las razas no existen. Solo hay una raza humana. Durante siglos, incluso en la escuela, se enseñó que la raza blanca es la superior, y no hace tanto de eso. El racismo tiene una historia muy cercana a nuestro tiempo: años 60 en América, 90 en Sudáfrica... Racismo y nazismo están unidos: el blanco es superior, y dentro del blanco, el ario.
P. Usted que ha jugado en Francia, Italia y España, ¿ha sentido racismo en el fútbol?
R. Sí. En Italia cuando un jugador negro tocaba la pelota simulaban el sonido del simio. Decían que el negro es el eslabón perdido entre el mono y el hombre. Pero ese no es el racismo más peligroso, porque es un racismo que se puede ver. El más peligroso es la gente que es racista de manera inconsciente. Cuando vas a por un trabajo, y te dicen que no por pensar mal de ti.
P. ¿En España también lo vio?
R. Recuerdo lo que le pasó a Samuel Eto’o en Zaragoza. Racismo hay en todos los sitios. En Guadalupe la gente se mira también según el color de la piel, dicen que los más claros son mejores. Es una filosofía impuesta cuando Europa dominaba el mundo. Es el modo en que se cuenta la historia. Cuando voy al colegio le pregunto a los niños quién es Cristóbal Colón. “El hombre que descubrió América”, dicen. Yo abro la puerta y digo que he descubierto la clase. Y me dicen que no, que ellos ya estaban allí. Pues antes que Colón ya estaban los amerindios. A ellos no se les cuenta como personas.
…/… 
P. ¿Qué piensa de la situación política y social en Europa?
R. Que los políticos ya no mandan, sino los organismos económicos. Los bancos, las empresas… tienen más poder que los políticos. Los gobiernos han dejado de tomar decisiones, no pueden, porque sobre ellos hay un poder mayor, el dinero. Vivimos en un mundo al revés.

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