El mercado, un bonito edificio modernista que apenas se aprecia por su interior, tapada su estructura de hierro por tonterías de aire acondicionado y cadenetas, hoy abigarrado de puestos e instalaciones con varios pasillos que apenas permiten disfrutar del edificio y de los puestos de ventas, está a punto de ser rehabilitado, la base de hormigón está terminada unos metros más abajo, pegada a los restos de la muralla, preparando ya su traslado.
El
entramado comercial
y sus franquicias no apabullan todavía, no han terminado con el pequeño comercio
que resiste por el centro. Sí es posible encontrar antiguos bares que mantienen
aspecto y nombres, hoy regentados por chinos tratando de aclimatarse a las
tapas o los cafés y churros. También son perceptibles muchas fruterías, aquí
algo diferentes a las marroquíes madrileñas. Y dulces, panes y pastas, por
muchas calles.
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