1. ESTA HISTORIA COMENZÓ HACE MUCHO
TIEMPO
‘’El pasado de largo recorrido ha servido,
está sirviendo, para fabricar derechos históricos, reivindicadores de
identidades primigenias que se contraponen a la memoria del Estado común. El
monopolio de la historia larga, de la tradición, investida ahora de ropaje de
modernidad, lo tienen los nacionalismos sin Estado. Los viejos mitos no
inventados en la España franquista, pero sí difundidos y propalados en el marco
del franquismo, desde la unidad nacional de los Reyes Católicos a la épica
imperial pasando por la galería de héroes de aquel Gran Relato, han sido tan
fustigados que hoy se esconden en la trastienda de las sacristías, mientras que
en los altares autonómicos florecen, inasequibles al desaliento, los numerosos
mitos que integran el imaginario épico y lírico de los nacionalismos al uso’’
Ricardo
García Cárcel ‘La herencia del pasado. Las memorias históricas de España’.
Galaxia Gutenberg.
En
el almacén de la historia encontramos de todo
No se pretende aquí hacer un estudio
histórico, solo dar unas pinceladas que contextualicen el problema de la
cuestión nacional y relativicen la importancia de la lucha política en torno a
elementos históricos, utilizados como arma para legitimar formas de relación
actuales. Hemos pasado momentos en ocasiones comunes y en otras divergentes,
que nunca deberían tener el mismo rango para legitimar leyes fundamentales que
los actuales pactos políticos formulados por los actuales pobladores en nuestro
contexto político, social, cultural… pactos actuales que recogen la historia y
sentimientos más recientes. Algunas precisiones sobre las historias de España,
mejor en plural, porque hay tantas historias como posturas y territorios
diferentes y sus relaciones.
La Península Ibérica existe en cuanto
suelo desde hace millones de años y lleva poblada probablemente cientos de
miles de años, -hace 500.000 los
pitecantropienses, 200.000 los Neandertal, 40.000 Homo sapiens, según J. Vicens
Vives-. Atapuerca tiene datas de 780.000 años.
Los asentamientos y organizaciones
colectivas que compusieron sus pueblos, inventaron bastante de las tradiciones
e historias que conocemos para darse fuerzas y diferenciarse de los vecinos en
muchos casos enemigos por el simple hecho de estar al lado. Está demostrado por
multitud de historiadores, que mucho de lo estudiado por cada cual sobre
historia, en muchas ocasiones se trata de leyendas inventadas para legitimar
dinastías, pueblos e identidad, -todos los pueblos tienden a generar historias
de bravura y libertad contrastadas- a veces son interpretaciones de hechos
regios elegidos para mayor gloria real, en parte se trataría de posturas
personales de los autores, cuyas tesis mantienen de inicio y con los estudios
tratan de reafirmarlas, lo cual lleva a buscar solo en esa dirección y separar
lo que abra otros caminos interpretativos. Tan falso puede ser el mito de Don
Pelayo, como el catalán de Otger Cathaló, o el del Cid Campeador, que podría
haberse configurado uniendo dos personas distintas; muchos pueblos tenían mitos
similares de heroicidad en la lucha por la creación de identidad y resistencia
al invasor.
Añadamos que bastantes hechos y
relatos de los que se toman referencias por los historiadores, están contados
cien o doscientos años después de que ocurrieran los acontecimientos, lo cual
abre una ventana de incertidumbre muy grande sobre la veracidad de lo contado
por un individuo que tendría su propia intencionalidad al resaltar aquellos
hechos y perseguiría un objetivo beneficioso para sí y los suyos con la
interpretación de los mismos. Basta que unos cuantos historiadores citen a
dichos ‘cronistas’ para que tales hechos y su interpretación se den por buenos
por corrientes enteras de estudiosos de la historia. Hasta que otras corrientes
lo ponen en cuestión y fabrican otros relatos. De ahí la prevención que
deberíamos tener para tomar decisiones políticas actuales basadas en gran parte
en criterios referenciados en acontecimientos históricos.
Este aspecto de incertidumbre sobre el
estudio de la historia es extensible a todos los historiadores y cronistas, que
destacarán aquello que más se aproxime a lo que busquen. En el uso político del
presente, en cada momento, la historia previamente seleccionada, se tomará como
argumento para construir el relato adecuado a la finalidad ideológica. Esto es
así en el terreno del españolismo y del catalanismo, no se puede pretender la
inexistencia de España como nación antes del XIX, en cuanto que el tema de
soberanía nacional y reconocimiento de una ciudadanía sean conceptos nacidos en
la Ilustración, y al mismo tiempo pretender la existencia de Cataluña desde el
año 1.000. Lo cual es un absurdo conceptual por utilizar distintos criterios.
Los estudios sobre pobladores en la
Península pueden acercarse a tres mil años AC, -5.000 años a.C. Mesopotamia y
Egipto- aumentando su importancia política para influir sobre el presente, a
partir de los años setecientos, con las diferenciaciones entre aquellos
pobladores que para simplificar, llamaríamos árabes y cristianos. Se hacen más
relevantes para uso político desde las primeras identificaciones o citas de
España y Cataluña y en las experiencias compartidas de los últimos 300 años,
que es cuando consolidan la importancia de uso habitual en los relatos
nacionalistas, los cuales toman como referencia y fecha significativa de
identidad nacional el 11 de septiembre de 1714, caída de Barcelona, de ahí la
insistencia en celebrar el referéndum sobre la independencia en este preciso
año que viene que conmemora el 300 aniversario. Visto lo anterior, si un
congreso a celebrar en 2014 tiene como objetivo encontrar las diferencias entre
España y Cataluña, no lo duden, las verán en las conclusiones.
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