Las alternativas que planteen los partidos tienen que ser aquellas salidas susceptibles de poderse realizar aquí y ahora, con esfuerzo, pero aquí y ahora, de lo contrario no son alternativas, serán sueños utópicos, en el mejor de los casos. La izquierda estamos un poco viciados en este sentido. Presentar como propuestas concretas ‘la constitución de un gobierno mundial que permita compensar y reducir el poder de los grupos privados…o que la ONU tenga competencia ejecutiva en las decisiones económicas y financieras mundiales… o la democratización de los organismos internacionales, Banco Mundial, FMI, ONU, con votos no vinculados a la riqueza de los países,’ etc. me parece una temeridad, además de confuso. (El libro es interesante, las propuestas finales sobran).
Incluso puede ser erróneo, por ser generador de un ilusionismo cercano a la creencia religiosa en una sociedad divina, y confuso porque no son alternativas susceptibles de lograrse ni siquiera con una enorme revolución mundial. Puestos a ello me parecen mejores deseos soñar con un mundo sin explotación, sin hambre, ni enfermedades, sin trabajo infantil y sin represión a la mujer. La cuestión es que así planteadas dichas ‘propuestas concretas’ evitan y sustituyen las que realmente debería decir un partido, una mezcla de lo que desearían y podrían hacer desde esa fuerza política supuesto que tuviera peso, las propuestas contra el paro actual, pero no los sueños irrealizables que se quedan en letras en un papel porque no tienen en cuenta ni el dinero necesario ni las fuerzas que se oponen, ni la crisis, ni la deuda y el déficit, ni la situación crítica de recesión (quizás depresión) tendrían que decir las propuestas que llevaría a la reunión del G20 del día equis, o al Consejo de Europa de la próxima semana, a la cumbre X, o a la reunión de presidentes de CCAA, o al Ayuntamiento de turno.
A menudo nos olvidamos de considerar el diferente nivel al que se mueven individuos y partidos. Un intelectual, o un simpatizante de movimientos sociales, puede plantearse a nivel personal sueños y deseos individuales que podríamos ver con toda normalidad, mientras un partido no podría hacerlo de la misma manera que ellos porque tiene otras finalidades, entre ellas la obligación de actuar socialmente a otro nivel, con exigencias públicas de mayor responsabilidad por sus actos y por sus omisiones, mayor representatividad, etc. La petición de cuentas a realizar a un partido nunca será del mismo tipo ni con las mismas exigencias que a un individuo, o que a una asociación de vecinos, cultural, deportiva, etc.
La acción política tiene mayores exigencias, lo cual obliga a considerar no solo los sueños individuales, sino conjuntos de sueños e intereses dispares de millones de individuos y colectivos, además de considerar otras fuerzas susceptibles de sumarse (lo cual harán o no en función de pactos) o las fuerzas contrarias que se opondrán totalmente con mayor o menor fuerzas dependiendo de la intensidad de la propuesta. A un partido no debería serle de utilidad para la acción política la realidad soñada, como sí al individuo, el partido considerado como ‘intelectual colectivo’ debería apoyarse solamente en la realidad soportada. Bastante diferente de la realidad soñada, teórica o deseada.
Socialmente estamos inmersos en una regresión brutal, que comenzó en la etapa de bonanza, pero que se profundizará y notará ahora. El desanimo y quemazón arrasarán, la vuelta a casa, la salida física al extranjero, o la huida interior al abandono, a buscarse la vida como buenamente se pueda, las desviaciones políticas a posiciones populistas que aparecen por todos lados, desde el gobierno hasta innumerables individuos y sectores sociales y que utilizan las listas de correos e internet para difundir mensajes que culpabilizan a los otros de todos los males, muchos de los cuales tienen contenidos que fueron combatidos desde la izquierda en el postfranquismo y hoy calan y se introducen masivamente en las conciencias.
Todos opinan/opinamos, todo pesa lo mismo, se mezcla y revuelve, más que nunca fomentado por las nuevas tecnologías, agrandarán el lio, la superficialidad, la apariencia y la desesperación, porque la poquísima fuerza disponible será lapidada por los ejércitos del cambio azul. Eso sí, a todos les quedará limpia la conciencia porque siempre será culpa de los otros. La dispersión de ideas, la inconsistencia y la culpabilización de los cercanos han vuelto a instalarse entre nosotros con renovados bríos.
Las reformas azules han comenzado y serán impuestas total y absolutamente por la derecha española, que otra vez demostrará ser la más integrista del continente. Todas las reformas se harán con el peso ideológico de la religión y el dinero, pero españoles; libertades, relaciones personales y formas de vida, cultura, educación y salud, tendrán que soportar los pesos de la carcunda y no digamos las relaciones laborales, que tendrán como objetivo mejorar la competitividad a partir de los bajos salarios y la precariedad. Una regresión al postfranquismo del siglo XXI.
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